Ilustradores a cubierta

In Reflexiones Posted

Cuando los buenos ilustradores salen a cubierta, se nota.

Ha caído en mis manos “La muerte del comendador”, de Haruki Murakami. Podría no haberlo empezado, porque rompí con Murakami cuando escribió sobre lo que pensaba cuando corre y no encontré motivos para dedicarle más tiempo de mi vida. Pero, ¿qué pasa si el libro en cuestión tiene una portada maravillosa? La predisposición cambia totalmente.

En este caso se trata de una ilustración de David de Las Heras. Creo que la obra de este ilustrador es un despliegue de talento continuo. Además, en este caso, ha contribuido claramente a mi reconciliación con Haruki.

Esto me hace pensar en lo importante que es una buena portada. Con la cantidad de ilustradores, fotógrafos, diseñadores gráficos y otros gremios que podrían hacer un trabajo increíble, aún se ven cubiertas terribles y anodinas al pasear por las librerías o las ferias del libro.

 

Tiene que ser complicado diseñar una portada: si no se obtiene un buen resultado, las ventas se evaporan. Pero además elegir bien el diseño supone mejorar el buen humor en el mundo, animar a la lectura y hacer que las librerías de nuestros hogares luzcan más bonitas. Es una responsabilidad importante.

La influencia del exterior en el interior de un libro es muy clara.

Es posible que desanime a la lectura porque la cubierta no es lo suficientemente atractiva, o porque da una imagen errónea de lo que se cuenta dentro de esas tapas. Es fácil que esto ocurra cuando no se conoce al autor o la historia, o ninguno de los dos.

Recuerdo que en casa de mi madre había un ejemplar de El zulo, de Fernando Lalana. El libro era de mis hermanos. Pues bien, no importaba lo aburrida que pudiera estar, no encontraba ninguna razón para empezarlo. Tardé mucho en descubrir este autor al que he seguido mucho (y seguiré haciéndolo); todo por la foto de la portada. La historia que cuenta tiene dosis de humor, de misterio, unos personajes maravillosos y unas referencias a mi ciudad que me encantan. Nada de eso estaba en la portada.

Se podría decir que eran otros tiempos, había otra estética… Puede ser… Pero esa famosa colección de Editorial Molino de Agatha Christie era anterior y tenían su gracia. Esas composiciones imposibles merecen ser enmarcadas.

 

Tras El zulo seguí al autor por otras de sus obras, como por ejemplo por todas las aventuras de Gil Abad y Marijuli. Maravillosas las ilustraciones de Julio Sánchez. Esta vez sí hacen justicia al interior.

También había en la biblioteca familiar un ejemplar de El exorcista. La tapa era lo suficientemente disuasoria para que alguien temerosa del mundo paranormal como yo ni siquiera se acercara al libro. Tan negra, tan siniestra… es otro tipo de influencia de la portada…

Cuando el autor es conocido, o la historia ya ha enganchado, no es tan grave que la portada sea poco acertada.

No me convence ninguna de los diseños de los libros de Lindsey Davis de la saga de Marco Didio Falco. Ninguno. Pero me leído todos; no ha habido boicot del exterior al interior.

Por otro lado, es posible que la foto o la ilustración anime a leer el trabajo de un autor desconocido. La editorial ha elegido bien y la persona que lo ha ilustrado o diseñado ha hecho un trabajo precioso.

¿Cómo no voy a leer ese libro? Si me está llamando a gritos.

Un ejemplo es Amistad, de Saneatsu Mushanokoji, publicado por Contraseña editorial. La preciosa ilustración que aparece en la tapa del libro es de Sara Morante.  Es una estética preciosa y la paleta de colores maravillosa. Bravo. Muy bien la historia también. Las cubiertas que caracterizan a esta editorial son un acierto detrás de otro.

 

Alguna vez he leído libros por la tapa que me han dejado bastante indiferente, por supuesto. Pero para gustos están los colores, las portadas y las historias.

Qué placer pasear por las librerías o bibliotecas y ver esa cantidad de imágenes planteando un dilema claro: ¿lo compro o no lo compro? ¿lo cojo prestado o no?

Aunque alguna vez he comprado algún libro por internet y tengo el lector electrónico, me sigue convenciendo mucho más leer el libro de papel. Porque disfruto de aguantar el peso, del olor, veo cuánto queda, pero sobre todo, porque puedo apreciar una buena portada a manos de un buen ilustrador. Y eso, no tiene precio.