La ansiedad antes de un cuadro, la ansiedad ante un cuadro

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Ay la ansiedad… Estamos acostumbrados a la imagen romántica de artistas atormentados que crean obras que en su momento no fueron entendidas, pero que con el paso de los años pasaron a ser parte del patrimonio artístico de la humanidad. Posiblemente en sus tiempos no se manejaban palabras como hipersensibilidad, estrés, mindfulness, no se practicaba yoga… Raramente se hablaba de enfermedades de los nervios y todo eran rarezas de personalidad.

La combinación de bohemia, pobreza fatal y pasiones desenfrenadas parece ser común a muchos de los pintores del pasado. Aunque seguramente el paso del tiempo y la necesidad de leyenda del ser humano han ayudado a exagerar las condiciones de vida que tuvieron Van Gogh, Modigliani, Munch, y tantos otros.

La ansiedad que crea un cuadro puede dar lugar a muy variados resultados. De hecho, fruto de aquellas peculiares personalidades surgieron paisajes con paletas de colores alegres, retratos serenos o angustiosas situaciones. Sería muy interesante saber qué habría salido de aquellas paletas si hubieran tenido acceso a las terapias actuales.

¿Hubiéramos perdido algunos de los grandes cuadros de la historia?

 

Pero, ¿qué hay de la ansiedad que calma un cuadro? No me refiero al uso de la Arteterapia que utiliza las artes plásticas para mejorar la salud mental y el bienestar emocional.

Me refiero a ese efecto inmediato y directo que se obtiene al contemplar un cuadro. Calma, distrae, aplaca.

Recibí un email hace poco de una persona que tiene un cuadro mío en su casa. En su correo me decía que el cuadro forma parte de su vida y de su hogar desde hace unos años y le da paz. Le da paz. Tres maravillosas palabras.

Me hace pensar en los cuadros que tengo en casa y el efecto calmante lo obtengo sobre todo de una obra de Salome Semolué, llamada “El rumiante”. Tiene el mismo efecto sobre mí. Me da paz.

Cuando lo adquirí, tenía cierta tendencia a rumiar y rumiar pensamientos que por supuesto no eran útiles. Vi el cuadro en una feria en Zaragoza, me atrajeron los colores y los trazos. Toda la obra de esta artista es una maravillosa ensoñación.

«El rumiante» de Salomé Semolué.

Tal y como describe la ficha técnica de la obra, “en el cielo se vislumbra una cabeza, el desdoblamiento de los pensamientos de un sujeto. Mira hacia la figura y reproduce sus pensamientos en bucle creando una atmósfera cada vez más espesa. Hasta el punto de sacar por su boca nubes de pensamientos que persiguen por la espalda a la figura negra invadiendo su espacio vital.

No se puede explicar con más acierto el fenómeno de la rumiación, pero, sobre todo, su manera de plasmarlo en un cuadro es directa y brillante.

Este cuadro es para mí un recordatorio para no volver a caer en bucles infinitos de pensamientos que no ayudan. Es una medicina que sólo tiene efectos secundarios positivos.

En mi opinión, la observación del arte pictórico nos lleva a desconectar del día a día, a concentrarnos en los detalles y utilizar el sentido de la vista al máximo.  Nos aporta visiones del mundo diferentes, expresiones distintas que no hubiéramos imaginado, arroja pistas sobre diferentes personalidades, nos enseña lo amplia que es la mente humana y lo enriquecedor que es que cada uno se exprese como quiera.

Es una terapia indolora que sin duda deberíamos practicar a menudo. La dosis es ya decisión de cada uno.